¿Qué
es la obesidad infantil?
La OMS (Organización Mundial de la Salud) define la obesidad como
“una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser
perjudicial para la salud”, y que afecta “a todas las edades y
grupos socioeconómicos”.
La obesidad infantil es un problema de salud caracterizado por el
exceso de grasa corporal en el cuerpo de los niños y niñas. Dicho
nivel de adiposidad supone todo un condicionante para su salud
general y su bienestar, predisponiéndole a sufrir otras patologías
secundarias y asociadas.
¿Cuáles son sus causas?
La causa fundamental de la obesidad infantil es el desequilibrio
entre la ingesta calórica y el gasto calórico. El aumento mundial
del sobrepeso y la obesidad infantiles es atribuible a varios
factores, tales como:
- El cambio dietético mundial hacia un aumento de la ingesta de
alimentos hipercalóricos con abundantes grasas y azúcares, pero
con escasas vitaminas, minerales y otros micronutrientes saludables.
-
La tendencia a la disminución de la actividad física debido al
aumento de la naturaleza sedentaria de muchas actividades
recreativas, el cambio de los modos de transporte y la creciente
urbanización.
La
OMS reconoce que la prevalencia creciente de la obesidad infantil se
debe a cambios sociales. La obesidad infantil se asocia
fundamentalmente a la dieta malsana y a la escasa actividad física,
pero no está relacionada únicamente con el comportamiento del niño,
sino también, cada vez más con el desarrollo social y económico y
las políticas en materia de agricultura, transportes, planificación
urbana, medio ambiente, educación y procesamiento, distribución y
comercialización de los alimentos.
El
problema es social y por consiguiente requiere un enfoque
poblacional, multisectorial, multidisciplinar y adaptado a las
circunstancias culturales.
Al
contrario de la mayoría de los adultos, los niños y adolescentes no
pueden elegir el entorno en el que viven ni los alimentos que
consumen. Asimismo, tienen una capacidad limitada para comprender las
consecuencias a largo plazo de su comportamiento. Por consiguiente
necesitan una atención especial en la lucha.
¿Qué efectos produce?
Los peligros de esta
tendencia son muchos. En primer lugar, la obesidad puede suponer al
niño problemas físicos (diabetes tipo II, hipertensión,
triglicéridos y colesterol, trastornos hepáticos,…) y
psicológicos (baja autoestima, estigma social,…). Pero quizá lo
peor es que está fraguando una obesidad adulta, con estos mismos
problemas, pero agravados. Y hasta tal punto es así, que la
siguiente generación podría tener una esperanza de vida menor que
la actual, como consecuencia de esta obesidad, a pesar de los avances
médicos en otros campos. Algunos estudios indican que la obesidad
acorta la esperanza de vida en 13 años.
La
solución, sin embargo, existe. Dado que casi todos los factores
asociados a la obesidad infantil están relacionados con el estilo de
vida, (excluyendo algunos casos poco comunes de patologías o
factores genéticos), cambiando algunas costumbres podemos luchar
eficazmente con este problema. Inculcar a nuestros hijos unos buenos
hábitos alimenticios y fomentar su actividad física (deporte,
juegos, paseos, excursiones,…) es fundamental para prevenir o
remediar su obesidad, y de paso habremos hecho mucho para evitar que
tengan sobrepeso de mayores.